Si creías que esa amiga que siempre llega tarde lo hace de floja, déjanos decirte que en realidad la vida de un impuntual no es nada sencilla, pues vive haciéndose la promesa que al día siguiente ya no será igual, y se estresa al extremo de un dolor de estómago al darse cuenta que otra vez fallará a su propia promesa. Te invitamos a ver estas confesiones de un impuntual, que si te sientes identificada seguro te reirás. Y si no te representa, al menos entenderás a esa amiga.
Seguramente esto te ha pasado. Lo que ocurre es que siempre acaban surgiendo imprevistos. Normalmente son cosas extremadamente mundanas: no encontrar las llaves, descubrir que la polera que te ibas a poner está sucia, o que el pantalón que habías planeado, está roto. O bien, por fin ibas saliendo a la hora, pero se te olvidó algo importante y debiste devolverte justo cuando llegabas al paradero.
Sí, es cierto, a veces es culpa nuestra en forma absoluta. Como cuando tienes una cita con una persona en una hora y cinco minutos e insistes en terminar de ver esa película a la que le queda una hora. Como si en esos cinco minutos pudieras ducharte y llegar al destino, aún cuando debas tomar micro y metro.
Entonces viene la tercera confesión. Tenemos que mandar el típico mensaje de “llego en 5 minutos”. En realidad, nosotros sabemos que la otra persona sabe que eso es mentira. Pero lo sentimos como un deber moral, casi como por respeto a quien nos está esperando. Por cierto, en ese momento que hemos dicho que vamos llegando, estamos recién entrando a la ducha.
Durante el trayecto tienes que romperte la cabeza para dar con una excusa mínimamente decente. Una que no hayas utilizado como cuarenta y siete millones de veces. Sí, es un poco complicado. Mucho más que simplemente llegar a la hora.
Llega un punto en el que ya no vale la pena disimular. Especialmente con tus amigos más cercanos, quienes ya saben cómo eres, así es que ni siquiera te piden explicaciones. Es más, te citan media hora antes de la hora en la que en realidad llegará el resto de gente, para que llegues a la hora que corresponde.
Y, aún así, nos las arreglamos para llegar tarde… No, no tenemos remedio.
Y pasó, un día por fin lograste salir a la hora, te sientes la más orgullosa porque al fin te resultó… pero tu relación con el reloj es definitivamente un melodrama, y justo cuando estás cerca se forma un taco, el metro se queda detenido más de lo normal, y finalmente… llegas atrasada.
Y cuando lo cuentas todo el mundo te mira con condescendencia porque piensan que, como siempre, es sólo una excusa. Entonces pones cara de emoticón triste y dices “pero esta vez es verdad”. Nadie te cree, y te lo mereces.
Hay días en que, por alguna insólita conjunción astral, logramos ser puntuales. Entonces todo el mundo te mira con cara de sorpresa y te pregunta si estás bien.
La impuntualidad también puede tener cosas buenas. Llegar primero a una fiesta, por ejemplo, no es divertido. Llegar un poco tarde siempre te da un cierto estatus. Aunque solo sea en tu imaginación.
Pero, seamos claros: por lo general, ser impuntual sólo te trae problemas.
Y luego están los que te preguntan ¿por qué?. Esos son los peores. ¿Por qué?¿Cómo que por qué? Por nada. Y por todo.
Sí, amigos, la vida del impuntual no es fácil.
Y, ahora, deja de leer esto que vas a llegar tarde.