Las implicancias emocionales de un intercambio académico

El segundo semestre académico se acerca a pasos agigantados y muchos jóvenes se preparan para realizar estudios de intercambio. Si bien esta experiencia es muy enriquecedora, no siempre es fácil, porque implica sí o sí un proceso de adaptación. Por ello, conocer previamente los momentos que implicará este ajuste es clave para aprovechar la oportunidad al máximo.

 

Los beneficios de realizar un intercambio académico en el extranjero, sin duda, son muchos. Desde el crecimiento personal, pasando por la adquisición de otro idioma y nuevos conocimientos culturales, hasta el vernos favorecidos con nuevas capacidades para nuestro currículum. Sin embargo, a toda esta lista de bondades, también se suma la demanda emocional que pondrá a prueba al joven mientras cursa su intercambio.

 

“Si bien se puede ser precavido con la preparación y mentalización previa, se debe tener presente que durante el mismo intercambio son varias las emociones que pueden experimentarse. Ello va a depender de factores asociados al alumno, su entorno y la cultura a la que llega. Es frecuente que experimenten emociones distintas a medida que van desenvolviéndose en el nuevo país, que reconocen las costumbres, valores, prácticas y son capaces de incorporarse a la nueva cultura y generar redes de contactos que acompañen y apoyen en el proceso de adaptación”, explica Marcela Zubiaguirre, psicóloga del Departamento de Psicología de la Dirección de Asuntos Estudiantiles de la Universidad del Pacífico.

 

En general, la profesional plantea que las emociones pasan por un ciclo más o menos conocido. “Es frecuente que en un comienzo estén encantados con la experiencia nueva y también ansiosos por toda la información que deben procesar. Luego, cuando experimentan las primeras dificultades y el choque de sus costumbres con las del país anfitrión, suelen frustrarse y angustiarse. También pueden sentir nostalgia o tristeza por lo que dejaron en su país y verse indefensos al no contar con su red de apoyo frente a problemas. Cuando los alumnos comienzan a desarrollar habilidades para enfrentar las demandas producto del intercambio (se orientan mejor, tienen amigos, sus lugares favoritos, están respondiendo a las demandas académicas), se sienten cómodos, como en casa y satisfechos”, asegura.

 

Pero, ¿cuándo se debería considerar que la situación es problemática? “Lo esperable es que experimenten diversas emociones, buscando desarrollar recursos para aprovechar la oportunidad y enfrentar los problemas. Si experimentan sentimientos, pensamientos y/o conductas que dificultan en forma importante su proceso de adaptación por algunas semanas, es indispensable pedir ayuda”, precisa la especialista.

 

Como apoyo a esta adaptación, Zubiaguirre se refiere a las redes sociales. “Va a depender de las características de cada persona, pero en general son de gran ayuda, ya que les permiten visualizar a sus seres queridos, algunos incluso participan de celebraciones vía skype y pueden hablar todo el tiempo que requieran, a bajo costo”, dice.

 

Sobre cómo los padres pueden apoyar a sus hijos en el extranjero, la experta aconseja acompañarlos en su proceso de adaptación. “Por ejemplo, interesarse y preguntar por información, ayudarlos a revisar las propias fortalezas para potenciarlas y los aspectos a mejorar, para resolverlos ojalá antes de partir. También pueden plantearles situaciones hipotéticas para ensayar cómo enfrentarlas, por ejemplo, ¿qué pasa si te enfermas, qué haces? Con esto no se busca angustiar al alumno, sino abrir un espacio para conversar sobre posibles dilemas que le puedan ocurrir y analizar ‘en frío’ (no viviendo el problema) las alternativas de solución”, recomienda.

 

Por último, se debe considerar que el regreso al país de origen también genera emociones, sobre todo sentimientos encontrados. “Por una parte, es positivo reencontrarse con personas significativas y sus espacios, pero también extrañará la vida que desarrollaron en el nuevo país”, advierte la psicóloga de la Universidad del Pacífico.