El gigante de la cosmética Revlon se declaró en bancarrota, aduciendo “problemas de liquidez” debidos a los impactos globales producidos por la alta inflación, las persistentes trabas en la cadena mundial de suministros y las obligaciones con sus acreedores.
La compañía emitió un comunicado la pasada madrugada en la que anunció que se acoge voluntariamente al capítulo 11 del Tribunal de Bancarrotas del Distrito Sur de Nueva York.
Según la cadena CNBC, la compañía tenía el pasado 31 de marzo una deuda a largo plazo de 3.310 millones de dólares, mientras que su capitalización de mercado era de 123 millones de dólares al cierre de la bolsa de Wall Street.
En las horas previas a la apertura del mercado bursátil, la compañía paralizó las operaciones sobre sus acciones, que caían un 4,44 % en su última cotización.
La declaración de bancarrota permitirá a Revlon la continuidad de todas sus operaciones mientras trata de “reorganizar su estructura de capital y mejorar sus perspectivas a largo plazo”.
Si la corte de bancarrotas aprueba la declaración, Revlon espera recibir una financiación de 575 millones como deudor en posesión (“DIP”), lo que le va a permitir apoyar sus operaciones corrientes, ya que, según mantiene, todavía goza de “un fuerte apoyo de los acreedores” de la compañía.
La CEO de Revlon, Debra Perelman, subrayó en su comunicado que la compañía se compromete a que su reestructuración sea “lo más fluida posible para nuestros accionistas, trabajadores, clientes y vendedores”.
Nacida en 1932, la compañía es una de las más importantes del campo de la cosmética -especialmente cosmética del cabello-, está presente en 150 países, emplea a unas 6.000 personas y es propietaria de marcas icónicas como Elizabeth Arden, Mitchum, Cutex, además de algunas asociadas a personalidades como Britney Spears o Christina Aguilera.