Cómo tener las uñas blancas naturalmente

Blanquear las uñas

Blanquear las uñas es muy importante porque refleja lo delicada y cuidadosa que eres con esta parte del cuerpo. Además demuestra lo glamoroso de una chica.

Es por ello que a diario una fémina  usa sus uñas como si fuera un accesorio más. Se deben cortar,  limar y pintar para que luzcan sanas y hermosas.

Hidratar

Antes de blanquear lo primero que debes hacer es hidratar las uñas previo a acostarte con aceite de ricino, ya que posee componentes para fortalecerlas. Los aceites de almendras y coco también son efectivos para cumplir esa función.

Blanqueamiento

En el caso de que tengas uñas amarillentas, las causas pueden ser: las pintas muy seguidas o falta de nutrientes.

Primer tratamiento

Mezcla un poco de agua con dos cucharas de aguas oxigenada dentro de un envase lo suficientemente amplio como para introducir las manos. Se debe dejar la punta de los dedos dentro de ese líquido durante 10 o 15 minutos. Repite el procedimiento un par de veces  a la semana.

Segundo tratamiento

En un recipiente amplio coloca un poco de agua con zumo de limón, sumerge las manos en la infusión por ocho minutos. Lávalas bien con agua y aplica una crema hidratante. Lo más recomendable es realizar este tratamiento antes de dormir.

Tercer tratamiento

Mezcla dos cucharadas de agua oxigenada con tres de vinagre y aplícala sobre las uñas, una por una, con un algodón o un pincel. Cuando se termines de barnizar, procede a lavar tus manos.

Cuarto tratamiento

El bicarbonato de sodio ofrece buenos resultados como blanqueador natural para las uñas.

Mezcla en partes iguales de bicarbonato de sodio y agua, sumerge un algodón en la mezcla y frótalo sobre las uñas. Deja actuar durante 20 minutos y finaliza enjuagándolas con agua tibia.

Recomendaciones

Elige lavarte  las manos con agua fría, porque la caliente tiende a perjudicar la piel. Secarla bien es indispensable para evitar la aparición de hongos.

Una dieta saludable es fundamental para mantener la apariencia de las uñas. Por ejemplo, la falta de vitamina A y de calcio provoca resequedad, mientras que la falta de vitamina C la debilidad.